miércoles, 25 de mayo de 2011

PARTO EN EL AGUA

El nacimiento en el agua en occidente, se remonta a la época de los 60, a partir de una investigación liderada en Rusia sobre cómo mejorar y potenciar la natación en los competidores de olimpiadas. Cuando la señora de uno de los investigadores tuvo a su hijo prematuro, con pocas posibilidades de vida, lo puso en una tina de agua tibia y se salvó. A partir de este hecho, el francés Charles Leboyer a principio de los 70, se le ocurrió poner a los recién nacidos en un recipiente con agua a 37 grados para que el trauma del cambio de estado del bebé no fuera tan grande.

A fines de los 70 el médico francés Michel Odent, para contrarrestar el sufrimiento materno al momento de dar a luz, ideó una habitación acogedora que ayudara a crear un ambiente más cálido y acogedor. En un principio construyó lo que él llamó la “salita primitiva” donde puso música, libros y sillones entre otras cosas, con el fin de hacer más soportable el trabajo de parto. Con el tiempo fue incorporando nuevos elementos hasta llegar a poner una piscina como medio para relajar más a la futura madre y como consecuencia controlar el dolor. Un día en el hospital público donde Odent trabajaba, una madre no pudo esperar y dio a luz dentro del agua. Analizando los resultados no detectó mayores riesgos que un parto natural y lo implementó como nueva técnica. En 6 años tuvo 100 partos en el agua y así se fue extendiendo al mundo.
Esta técnica requiere de un lugar especial para realizarla, con agua temperada, luz tenue y una preparación especial en caso de que ocurra alguna emergencia.

Para realizar este tipo de parto, el agua debe de estar completamente limpia y a 37 grados de temperatura, aunque puede variar en un grado arriba o abajo. Este dato es muy importante debido a que el líquido amniótico (que es donde se encuentra el niño en el interior de la madre) cuenta con esa temperatura. De este modo, cuando el bebé sale, entra directamente en contacto con el agua. El líquido le resulta familiar y, por lo tanto, no experimenta un cambio tan brusco como en el parto normal.

La salida del bebé del agua debe hacerse de forma lenta de manera que el niño vaya acostumbrándose a las características del exterior. Mientras lo hace, no corre riesgo de asfixia ya que el cordón umbilical le aporta el oxigeno que necesita. Sin embargo, este cordón debe cortarse al minuto del alumbramiento (expulsión de la placenta) ya que de no ser así pueden surgir complicaciones en el desarrollo del bebé.

El momento idóneo para que la mujer entre al agua es a los 5 cm de dilatación.
Una vez se haya producido el alumbramiento, tanto el recién nacido como la madre deben salir inmediatamente del agua.
Es importante acotar que no toda mujer embarazada puede tener un parto en el agua, sólo aquellas que han vivido un embarazo de bajo riesgo son las indicadas para el mismo.

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